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Curarnos o sanarnos?

  • Licda. Giuseppina Varsi _ Psicólga Especialista en
  • 12 mar 2019
  • 4 Min. de lectura

Estamos habituados a prestar atención y comprender nuestros síntomas a partir de aspectos físicos y biológicos a los que consideramos como sus causas. Tal comprensión, originada en un paradigma determinista (concepción materialista) que surge de los planteamientos de Newton y Descartes, difícilmente nos puede conducir más allá de una explicación física y biológica de la enfermedad, y limita las acciones a ejecutar con el fin de curarla básica y prioritariamente a ese nivel mediante la vía que consideremos válida (medicina tradicional, homeopática, terapias alternativas, etc.).

Sin embargo ante cualquier enfermedad o síntoma físico o mental tenemos una opción adicional a su curación. Podemos también sanarla. Estamos acostumbrados a pensar en la curación y la sanación como lo mismo. Sin embargo desde la Bioneuroemoción® son diferentes, aunque no excluyentes entre sí.

La curación, como recién lo mencioné, busca explicar y tratar la enfermedad desde su dimensión física y biológica y persigue fundamentalmente que ésta desaparezca, así como el dolor y el sufrimiento asociados a sus síntomas. Este objetivo es válido, esperable, lógico y sensato. El problema no es desearlo. El problema es asumir las premisas de las cuales partimos para alcanzarlo como verdad absoluta y rechazar cualquier otra comprensión al respecto.Cuando elegimos curarnos nos concentramos en la física y la biología del cuerpo, al cual percibimos como el responsable de lo que nos ocurre, lo cual nos hace sentir a merced de las cosas que “él nos hace”. Nuestra creencia inconsciente es que tiene el poder para actuar por sí mismo y hacernos enfermar. Nos convertimos en sus víctimas, impotentes espectadores de su actuar, y establecemos con él una relación especial de amor y odio. Menguados ante su poderío, necesariamente buscamos otro objeto, persona o situación que nos ayude a luchar en su contra y nos cure. En este escenario podemos incluir otros elementos como responsables adicionales de lo que nos pasa: el clima, la dieta, el ejercicio físico inadecuado, etc. etc. Mas considerarlos dentro de la ecuación no cambia la comprensión de la enfermedad, la cual continuamos pensándola como algo que nos está haciendo el cuerpo, en este caso a raíz de la influencia de dichos factores.

Resumiendo, desde el paradigma materialista en el cual se nos ha enseñado a pensar, comprendemos la enfermedad como algo que se origina en el cuerpo (con o sin influencia de otros factores), siendo sus causas físicas y biológicas; deseamos la curación mediante factores externos a nosotros y asumimos un rol de espectadores de lo que nos ocurre, renunciando a nuestra responsabilidad y poder en la creación y desaparición de la enfermedad.

La sanación tiene que ver con la comprensión de ésta desde un paradigma diferente, en el cual atribuimos el protagonismo a la mente, que a partir de creencias sustentadas en memorias de asociaciones pasadas, fabrica pensamientos que nos llevan a percibir e interpretar la vida de cierta manera, que decidimos aceptar como verdad absoluta y que nos abre las puertas a un estado de paz o de sufrimiento interior, o lo que es lo mismo, a un estado de salud o de enfermedad. Reconocemos la neutralidad del cuerpo e invertimos la ecuación pensando que él se mueve donde la mente lo lleve. Creemos entonces que cuando enfermamos no hay un cuerpo que curar, sino una creencia que desaprender, un pensamiento que sanar, una percepción y una interpretación que corregir, un recuerdo y una historia que perdonar, y una emoción oculta que abrazar. Entendemos que las situaciones a las que llamamos enfermedad son oportunidades para que tomemos consciencia de lo que realmente tenemos que sanar para entrar en coherencia emocional y situarnos en un estado de paz interior.

No se trata de no optar por la curación. Normalmente, impulsados por el deseo de evitar el dolor, el sufrimiento y la muerte, lo hacemos. Y como ya dije, este deseo es totalmente válido, esperable, lógico y sensato. Pero sería interesante buscar la sanación además de la cura, abrirnos a otras formas de comprender la enfermedad, las cuales podrían conducirnos al logro de una coherencia emocional que evite que los síntomas se transmuten y manifiesten de otra forma. Recordemos que la mente conducirá al cuerpo a nuevas situaciones para dar salida a lo que aún permanece negado y necesita sanarse.

Buscar la sanación requiere coraje, necesita la fuerza de nuestra voluntad para rebuscar en la sombra y encontrar la creencia inconsciente, la emoción oculta, el pensamiento que atormenta, la percepción falsa, la interpretación incorrecta. Requiere mirar estos fantasmas de frente y sin miedo, y decidir que no vamos a seguir a su merced. Necesita de nuestra disposición a desaprender, a corregir la forma de percibir e interpretar lo que nos sucede, a abandonar nuestro papel de víctimas y tomar responsabilidad por las situaciones que vivimos, comprendiendo que son el producto de nuestros pensamientos, percepciones, interpretaciones y emociones. Es esta responsabilidad la que nos puede convertir en adultos emocionales capaces de experimentar la coherencia necesaria que nos posibilita sanar. Y sabremos que lo hemos logrado no solo porque los síntomas de la enfermedad han desaparecido, sino porque sentimos que caminamos por el mundo en un estado de auténtica y profunda paz y libertad que no queremos negociar pero que deseamos compartir. En ese momento dejamos de necesitar la enfermedad. ¿Qué sentido tendría ésta en una vida vivida desde la plenitud, la libertad y el amor?

 
 
 

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