Dejar ir... El proceso de desapego
- Licda. Giuseppina Varsi _ Psicólga Especialista en
- 1 feb 2019
- 3 Min. de lectura
El símbolo que representa la palabra desapego en un contexto adulto de alguna forma nos evoca un escenario en el que nos pensamos como seres renunciantes a todas nuestras posesiones y retirados en un confín del mundo. En este escenario están incluidas las personas con quienes creemos tener problemas y de quienes deseamos desapegarnos. Ellas, pensadas por el inconsciente como otras de nuestras posesiones, también deben ser abandonadas. La idea de este entorno de renuncia y alejamiento nos resulta, a nivel más o menos consciente, y en mayor o menor grado, displacentera y temida. Aunque debemos admitir que en el último caso la mente es más benévola y nos permite una concesión: sustituir a las personas por otras a quienes pensamos como una mayor fuente de gratificación y placer para nosotros.
En esta interpretación del desapego está implícita la idea de que para conseguirlo debemos necesariamente tomar acción, hacer cosas en el ámbito del comportamiento. Sin embargo nos resultará esperanzador y motivador para emprender el camino del cambio, comprender que en este proceso no se renuncia a las personas, cosas o situaciones. Se renuncia al apego que establecemos con ellas, lo cual no necesariamente es sinónimo de un accionar en nuestro entorno físico. El desapego es más bien un proceso que se realiza a nivel mental y emocional. Se pueden llevar a cabo acciones si fuese necesario, pero éstas deben surgir de un trabajo mental y emocional previo que nos permita tomar consciencia del tipo e intensidad del vínculo que tenemos con aquello de lo que deseamos desapegarnos. Tanto el tipo como la intensidad de este vínculo dependerá del significado que esa persona, cosa o situación tiene para nosotros en términos de la función que desempeña en nuestra vida (para qué nos sirve). No importa si le asignamos un valor positivo o negativo, si lo amamos o lo odiamos. En ambos casos tiene una función para nosotros, nos está sirviendo para un propósito, le estamos dando presencia en nuestra vida. Cuando deseamos realizar el proceso porque sentimos que los apegos nos limitan, descubrir ese propósito es nuestro trabajo. Nos daremos cuenta que de alguna forma el mismo está relacionado con nuestra necesidad de seguridad y protección. Esto nos queda más claro al recordar que hablar de apego es referimos a una vinculación afectiva intensa, duradera y de carácter singular que desarrollamos y consolidamos con otra persona, cosa o situación y que tiene por objetivo mantenernos cerca de ella buscando seguridad y protección en momentos en que nos sentimos amenazados.
Cuando realizamos el trabajo con honestidad, y hacemos el proceso de desapego en el plano donde debemos ejecutarlo para que sea exitoso, a nivel mental y emocional, las acciones que emprendamos van a permitirnos un cambio sustancial. De lo contrario no, porque aquello que hagamos aliviará nuestro sufrimiento solo temporalmente. El buen resultado del proceso estará asociado al honesto y firme deseo de deshacer nuestros apegos, no a la renuncia forzada, e interpretada como sacrificio, de los bienes que tenemos, ni al alejamiento de alguien a quien culpamos de nuestras desgracias (y seguiremos culpando luego de dejarlo), ni al cese de las cosas que nos gusta hacer. Cuando la fuerza de ese deseo nos guía, tarde o temprano el proceso tendrá éxito. Sabremos que hemos deshecho nuestros apegos porque esa persona, cosa o situación ya no desempeña la función que le habíamos asignado en nuestra vida, ya no cumple el propósito que le habíamos adjudicado y se convierte en algo neutro para nosotros. Deja de evocarnos aquella rabia, tristeza o miedo que solía producirnos. En otras palabras, ya no define nuestra seguridad personal ni condiciona nuestra felicidad. Ésta deja de depender de si tenemos o no, hacemos o no, logramos o no. Cuando esto sucede, lejos de desear sustituir los viejos apegos por otros nuevos, nuestro genuino deseo es mantener un estado de libertad y paz interior.

Comentários