Logros
- Licda. Giuseppina Varsi _ Psicólga Especialista en
- 27 feb 2019
- 2 Min. de lectura
Hay momentos que la vida nos colma con regalos que consideramos hermosos. Los llamamos logros, y muchas veces nos perdemos en ellos. Cual espejos de colores nos seducen fácilmente, y como en un trance hipnótico, mientras los contemplamos nos vamos mirando a nosotros mismos con la fascinación de vernos seguros, poderosos, capaces de competir y ganar, bellos durmientes con los ojos turbios por las imágenes deslumbrantes de nuestro sueño, las cuales alejan temporalmente los fantasmas del miedo. Inevitablemente les impregnamos de significado emocional y construimos nuestros apegos con ellas, intentando asirlas fuertemente para no perderlas.
En esos momentos de ensoñación nuestra aparente seguridad oculta el drama universal en que estamos inmersos: la creencia en el “hacer para agradar”, la cual nos dispara la permanente y silenciosa pregunta del qué hacer y qué tener para ser esa pareja, madre, padre, hermano, amigo, abuelo especial. Este drama, al que hemos preferido llamarle superación personal, es vivido en la inconsciencia; a veces podrá develarse sutilmente con un signo de cansancio, una punzada de dolor, un sentimiento de insatisfacción, un enojo que no comprendemos, una tristeza que se asoma a los ojos. Sin embargo seguimos pedaleando la rueda para competir por más porque lo alcanzado no satisface, no garantiza nuestra especialidad ante quienes deseamos que nos aprueben de alguna forma y en algún nivel. Y así nos volvemos seres acumuladores de logros, los cuales soñamos desde una expectativa de felicidad, anticipando el placer de tenerlos. Y nos apegamos a ellos sintiendo el oculto horror de perderlos cuando una ráfaga de lucidez nos recuerda la impermanente dicha que nos brindan.
No se trata de no tener logros, sino de ponerlos en perspectiva, mirarlos por encima de ese drama universal en el que apostamos por nuestra falta de valía y nos empeñamos en buscarlos para hacernos importantes y especiales ante los ojos de otros. Se trata de observarlos y disfrutarlos sin darles el poder de completarnos y definirnos, que es lo que al final nos hace apegarnos a ellos y experimentar el miedo de su pérdida. Se trata de empezar a pensarnos más allá de ellos, de nuestra imagen, historia y tiempo, y de comenzar a sentir la belleza infinita de la Presencia que somos, la cual no puede ser definida con palabras porque simplemente Es. Se trata de renunciar a nuestro deseo de controlar las cosas para evitar la pérdida de lo que ilusoriamente creemos que nos define y nos hace ser mejores personas.

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