Los niños reciben como esponjas nuestras creencias
- Licda. Giuseppina Varsi _ Psicólga Especialista en
- 6 dic 2017
- 5 Min. de lectura
Las creencias son generalizaciones firmemente mantenidas sobre el significado y los límites del mundo que nos rodea: la salud, Dios, nuestra identidad, la de los demás, etc. Posen una finalidad positiva porque se construyen para darle sentido a este mundo. Sin embargo no necesariamente son verdad, no coinciden con la realidad concreta porque no se basan en un sistema lógico de ideas. Su función es guiarnos para interpretar la realidad que percibimos, darle un significado. Éste, aunque no sea verdadero, está conectado con nuestro sistema de valores, por lo que lo consideramos real y partimos de él para comprender el mundo.
Nosotros somos conscientes solo de algunas de nuestras creencias; las más arraigadas se encuentran a nivel inconsciente, por lo que, sin darnos cuenta, interpretamos lo que nos ocurre, experimentamos emociones, tenemos pensamientos y tomamos decisiones basándonos en la información que ellas nos brindan. Sin embargo, al no ser verdaderas muchas de ellas, nos van a limitar en la vida.
La información relativa a las creencias la recibimos desde que éramos niños muy pequeños. De aquí la importancia de tomar consciencia de ella, en tanto está condicionando nuestro accionar en la vida, y condicionará el de los niños a quienes se la estamos transmitiendo: hijos, alumnos, hermanos, nietos, etc. Permanentemente, de manera consciente o inconsciente, les estamos traspasando nuestras creencias, y ellos las reciben sin cuestionarlas. De hecho siempre se ha dicho que los niños son como esponjas que absorben todo lo que escuchan o ven. La explicación a esto puede comprenderse a partir de su actividad cerebral. Esta actividad se mide con base en ondas.
Todos tenemos cuatro tipos de ondas cerebrales: Beta, Alfa, Theta y Delta. Cada tipo nos permite acceder a diferentes niveles de alerta y de relación con el mundo interno y externo. Pasamos por todos estos niveles en los diferentes momentos del día. Normalmente durante la vigilia funcionamos en algún nivel de Beta, y durante el sueño profundo en Delta. Sin embargo los niños hasta los 12 años en sus períodos de vigilia no se mantienen en Beta. De acuerdo a su edad predominan otras ondas cerebrales, las cuales determinan la forma como reciben la información que se les transmite.
Delta: Son las ondas de frecuencia más baja del electroencefalograma (0.5 a 4 ciclos por segundo). Definen la actividad cerebral del niño de 0 a 2 años, la cual le hace percibir su mundo interior como la única realidad existente. No tiene conciencia del mundo exterior; éste no existe para él. Experimenta su mundo interno de manera fusionada con su madre; su realidad y la de ella son lo mismo para él, por lo que vive todas las experiencias y emociones de esta persona como si fueran propias. Dicho de otra forma, la información de la madre es la misma que la del niño.
(En los adultos estas ondas se asocian a estados inconscientes o de sueño profundo.)
Theta: Son ondas un poco más rápidas que las anteriores (4 a 8 ciclos por segundo). Caracterizan la actividad cerebral del niño de 2 a 6 años, la cual aumenta. En este momento comienza a desarrollar ciertas conexiones neurológicas que le permiten prestar más atención al mundo exterior y aprender las primeras “leyes” de su funcionamiento, comprendiendo poco a poco que lo que ocurre allí puede tener algún efecto en él. Sin embargo pasa la mayor parte del tiempo mezclando esta realidad externa con su mundo interior, el imaginario, y su atención continúa centrada en este último, sigue viviendo en él.
(En los adultos estas ondas se asocian a estados de relajación y meditación profunda así como de ensueño donde predomina la imaginación y donde el cuerpo y los sentidos están dormidos y la mente aún despierta.)
Alfa: Son ondas más rápidas que las Theta (8 a 13 ciclos por segundo). Prevalecen en el niño entre los 6 a 12 años. A esta edad él ha desarrollado más funciones analíticas que le permiten consolidar la información a nivel neurológico y aprender. Gracias a ello puede continuar con el aprendizaje de las “leyes” del mundo exterior, seguir comprendiendo su funcionamiento y entender como éste puede causarle efectos a él. Sin embargo el predominio de las ondas Alfa va a ocasionar que siga viviendo en su mundo interno, el imaginario, al cual continuará otorgándole mucha importancia.
(En los adultos las ondas Alfa se asocian a los momentos de relajación y meditación.)
Beta: Están presentes en las personas luego de los 12 años. Nos “sacan” de nuestro mundo interno y nos hacen prestar atención al exterior, manteniéndonos alerta, conscientes, de lo que sucede allí. Para ello nuestros sentidos corporales recolectan información y el cerebro cognitivo (neocortex) la integra tratando de darle un significado. Son las ondas cerebrales más rápidas (13 a 50 ciclos por segundo). Su velocidad depende de su nivel, bajo, medio o alto, que oscila desde aquel que permite que prestemos una atención relajada a lo que ocurre a nuestro alrededor, hasta aquel en el cual nos encontramos excesivamente preocupados por ello (estado de estrés).
Comprendiendo el comportamiento de las ondas cerebrales en las diferentes edades del niño podemos concluir lo siguiente. En términos generales antes de los 12 años el niño centra su atención en su mundo interno, imaginario, y no tiene una plena conciencia del mundo exterior. Si bien después de los 6 años empieza a prestarle más atención a ésta, no llega a ser plenamente consciente de ella hasta luego de los 12.
Específicamente hasta los 6 años su cerebro funciona a niveles por debajo del consciente, en un estado similar a un trance hipnótico. Observa detenidamente su entorno, pero la información que le llega de éste, la cual incluye aquella relativa a las creencias de los adultos, no puede ser descodificada por su mente consciente, porque no tiene las habilidades analíticas para procesarla. Comprende este entorno de acuerdo a las interpretaciones de los adultos, principalmente sus padres, absorbiendo y grabando directamente en su inconsciente las percepciones fundamentales que éstos tienen sobre la vida tal y como ellos se las transmiten, sin que su mente consciente intervenga y las discrimine. Todo lo que escucha o ve lo asume como una realidad y lo integra en su mundo imaginario, donde cobra vida porque allí todo es verdad: “Los niños no lloran”, “Las niñas no deben comportarse así”, “No eres muy bueno en matemáticas”, “Te pegamos porque te amamos”. En otras palabras, hace suyos los comportamientos y creencias de los adultos, principalmente de sus padres. Y estas últimas, cual si fuesen raíces empiezan a anidarse en su inconsciente desde edades muy tempranas. Y posteriormente determinarán su forma de percibir la vida, sus emociones, pensamientos y comportamientos, tal como sucedió con nosotros.
Y tú conoces cuáles son tus creencias y cuáles le estás transmitiendo a tus hijos? Conoces cómo te están limitando y cómo los limitarán a ellos? Deseas que esto siga siendo así?

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