Empoderamiento laboral o personal?
- Licda. Giuseppina Varsi _ Psicólga Especialista en
- 12 jul 2017
- 4 Min. de lectura
Normalmente asociamos el término empoderamiento (facultación en español) al ámbito laboral. Desde este punto de vista el mismo se comprende a partir de una perspectiva estructural, definiéndose como un proceso que los líderes organizacionales deben facilitar mediante varias prácticas y actividades para desarrollar en los colaboradores su fortaleza, confianza y seguridad en sí mismos y así mejorar su toma de decisiones. Al respecto quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones.
Recientemente tuve la oportunidad de impartir una charla sobre el tema. Cuando estaba en el proceso de creación de la misma me detuve a meditar sobre el significado del tema y su aplicación para la vida misma. Pensé: Uno de los objetivos más buscados en las empresas es facultar a los colaboradores, pero cómo hacerlo si ellos no se sienten empoderados en su vida? Es posible que un jefe pueda empoderar en el trabajo a alguien que no percibe su poder interno en todo lo que hace?
Creo que no es suficiente cuestionarnos si laboralmente estamos o no empoderados. Sería más enriquecedor preguntarnos si vivimos empoderados o no.
Cuando comprendemos el empoderamiento desde la perspectiva estructural organizacional estamos partiendo de la creencia de que nuestro poder personal nos debe ser dado o facilitado por alguien externo: el jefe, el compañero o más ambiguamente, la Organización. Muchas de las recomendaciones que se brindan a las empresas para fortalecer la facultación en los colaboradores parten de esta perspectiva. Quizá por ello, a pesar de que las mismas se ponen en práctica, no se alcanza el objetivo deseado. Es común escuchar a líderes decir: “Por más que lo hemos intentando, por más prácticas que hemos puesto en marcha, no hemos podido empoderar a nuestros colaboradores”, “Les hemos dotado de herramientas para que se empoderen, pero no lo logran”. Y oímos a los colaboradores decir: “Es que no sé/no puedo empoderarme” o lo que es peor, “Es que aquí no me permiten empoderarme. El jefe no me empodera”. Quizá sea la misma comprensión del empoderamiento como “algo que se debe facilitar externamente” lo que no permite avanzar.
Si bien es cierto es muy recomendable que las empresas pongan en marcha prácticas orientadas al bienestar y desarrollo de las personas, creo que el empoderamiento depende en un alto porcentaje de nosotros mismos y no tanto de estas prácticas. Por ello es que es extensivo a todos los ámbitos de nuestra vida, siendo el resultado de un proceso más personal que organizacional. Empoderarnos es una decisión que tomamos para acceder a un estado en el cual dejamos de enjuiciarnos, paramos la autocrítica dañina y empezamos a ver nuestros errores como situaciones sujetas a corrección, de las cuales podemos aprender. Comenzamos a amarnos y respetarnos verdaderamente, sintiendo paz y poder interior. Y vivimos en la abundancia y en un “Estado de Ser”. Pero lo más importante es que, lejos de esperar que alguien externo a nosotros (la Organización, nuestros padres, jefes, parejas, etc.) nos conduzca a tal estado, buscamos la respuesta en nosotros mismos, y nos atrevemos a vivir un proceso personal en el cual asumimos la responsabilidad de nuestras vidas, abandonamos el asiento del pasajero y nos posicionamos al volante. Comprendemos que nuestras decisiones y acciones son producto de la forma como estamos percibiendo las situaciones que vivimos, y tomamos conciencia de cómo nuestras creencias determinan esta percepción.
Las personas empoderadas pasan de sentirse víctimas de sus circunstancias a responsables de su vida y creadoras de su realidad. Sienten su propio poder y lo manifiestan en cualquier ámbito de su vida, incluyendo el laboral. En este campo su amor y respeto hacia sí mismas les permite jugar con varias posibilidades: Buscan un trabajo en el que pueden hacer aquello que les gusta, si no en su totalidad al menos en un porcentaje importante. Si no lo logran, buscan otro, encuentran formas de poner en práctica fuera de su ámbito laboral aquello que les apasiona hacer, y cambian creencias al empezar a percibir su trabajo diferente. Puede que no les agrade mucho pero se “ocupan” de lo que tienen que hacer de la mejor forma y aprenden a valorarlo como el medio que les permite ganarse la vida. En otras palabras, dejan de buscar el punto negro en la hoja en blanco. Deciden tomarse las cosas de otra manera y sentirse bien, creando un estado de ser diferente. Sin embargo están conscientes que no es el trabajo en sí mismo el que les brinda dicha, paz, armonía, bienestar, salud, libertad. Saben que éstos son sus recursos internos, los cuales se manifiestan en sus vidas desplegándose desde su interior, independientemente de lo que laboralmente hagan.
Las personas empoderadas saben que son abundantes, se sienten merecedoras y viven en un Estado de Ser. En este sentido, y haciendo mención al tema que desarrollé en un artículo anterior, “Algo sobre el dinero y el éxito”, las personas empoderadas son personas exitosas, aunque no necesariamente adineradas.
Empecemos a recorrer el camino personal hacia nuestro empoderamiento. Dejemos de sentirnos víctimas de lo que nos ocurre, de pensar que los demás no nos permiten empoderarnos. Nadie puede hacernos tal cosa. Somos nosotros mismos quienes con nuestras creencias limitantes nos atamos. Tomemos la decisión de encontrar nuestro poder interior comprendiendo que estamos unidos a nuestra Fuente. Si somos líderes en alguna Organización y sentimos la necesidad imperiosa de empoderar a los colaboradores, quizá sea el momento de empezar a reflexionar sobre nuestro propio empoderamiento. Tal vez descubramos que requerimos empezar por ahí. Tengamos certeza de que al empoderarnos elevaremos la frecuencia vibratoria de nuestro campo energético y pondremos a vibrar a la misma frecuencia a quienes están a nuestro alrededor.

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